Llegó François Hollande y suscitó tanto contento que dan ganas de decirle “Paco, Paco, Paco…”, cual si se tratara del amigo del alma, del ángel de la guarda o del horóscopo que preludia salud, dinero y amor, todo junto y en dosis imponentes.
Y no siendo nada de eso, ¿entonces?. ¡Cómo debemos andar para alborotarnos tanto!
Una brizna de aire y parece sobredosis. Se mira su programa electoral, que recuerda de pasada lo que fue la socialdemocracia, y parece la Revolución de Octubre o la mismísima Revolución Francesa, que también tuvo lo suyo.
Definitivamente, ¡cómo debemos andar para alborotarnos tanto!
Nos recuerdan que el remedio es Europa y que Europa tiene remedio desde la Francia que despotrica de Europa y que impidió una importante reforma de la Unión. Pero hoy nada es posible sin paradojas. Ni siquiera sin contradicciones.
Véase: en un mundo en el que lo público está bajo un permanente estado de sospecha, aunque los vicios más graves sean muy privados (caso de la deuda española, por ejemplo), este brote de ilusión llega desde el país con un sector público más potente y desde una idea política que aboga por lo público y el estado del bienestar. Casi un anacronismo, a tenor de lo que parece.
¿Será posible nadar contra la corriente? ¿Tendrá Paco, Paco, Paco capacidad para invertir el sentido de las aguas?
No parece que Hollande sea un taumaturgo. Ni siquiera un estadista. Y sin embargo, es eso lo que se reclama. ¿Basta un hombre gris, trabajador e irónico, pragmático y resistente? Siendo estas virtudes necesarias, incluso imprescindibles, en algunos lugares, Spain, for example, se reclama algo más: alguien que nos alegre la cara. ¡Porque tenemos una pinta…!
Por eso, que unos cuantos sea hayan puesto a gritar “Paco, Paco, Paco” es ya, de por sí, la bomba. Aunque más valdría esperar un poco. Por si solo se trata de la euforia que acompasa a la borrachera.
A los abstemios, ya sea por prescripción o por abatimiento, el vino se les sube inmediatamente a la cabeza.