Pactar es un deber

¿Quién debe pactar con quien? ¿Los partidos con sus electores?, ¿los electores con los partidos?, ¿la sociedad con el gobierno o el gobierno con la sociedad?  De la respuesta van a depender reflexiones importantes. Por ejemplo: ¿el pacto con formaciones ajenas al gobierno se justifica solo en caso de necesidad?, ¿el compromiso con diferentes sectores debe ser un objetivo de primera necesidad?, ¿la participación en las decisiones de formaciones ajenas al gobierno las distorsiona o prolonga su vigencia?

¿Tiene sentido, por ejemplo, un pacto educativo en el que el gobierno excluya a representantes de la oposición?, ¿cuánto se puede avanzar a base de bandazos?, ¿por qué en estos aspectos una parte del espectro político es mucho más responsable que la otra?

¿Por qué a la izquierda le cuesta declarar el borrón y cuenta nueva? ¿Por responsabilidad?, ¿porque sabe que juega en campo contrario: es decir, porque reconoce que la sociedad está asentada sobre principios contrarios a los suyos, que abonan la desigualdad?, ¿porque la tabla rasa conduce al desguace y porque sobre la chatarra no se puede levantar una ciudad? ¿O porque, como dice Fernando Vallespín, es consciente de que las convicciones ideológicas deben reconciliarse con la realidad?

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