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Si los convocantes no responden a las preguntas más graves…
Si los periodistas no preguntan lo que interesa a la gente…
Llevo más de tres meses siguiendo en directo alrededor de dos ruedas de prensa diarias. ¿Qué merece destacar de ese ejercicio masoquista? Alguna anomalía: el tono de Fernando Simón, la pulcritud de Salvador Illa, la rareza de Manuel Castells…
Las sorpresas, aunque cotidianas, son muchas más. Ejemplos.
Los periodistas no escuchan a sus compañeros.
Los periodistas preguntan en función de los criterios de los medios a los que pertenecen
Los periodistas preguntan exactamente lo mismo que preguntaron hace dos meses.
Los periodistas no leen ni escuchan antes de preguntar.
Hay algo más: ¿en función de qué o quiénes se hacen las preguntas? ¿De lo que genera ruido o de lo que importa a la gente para su propia vida? ¿Por qué las preguntas periodísticas coinciden de pe a pa con las que se hacen en una sesión de control en el Parlamento? ¿Se trata de los mismos destinatarios, de las mismas lógicas de intervención o participación, de la confusión de los géneros y los espacios?
Se lo escuché a una tertuliana en medio de su análisis periodístico: “Mi información procede del PP”… “Estamos hablando de política”. Entendí que, en realidad, había querido decir que estaba hablando de Política (la que ella escribe con mayúscula) en nombre, se supone del más puro, periodismo.
Concluyo. ¿Y yo qué he sido? ¿Puedo apostatar?
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