Aunque Milenio se publicara después de la muerte, no hubo novela póstuma. Sí hubo un intento de reencarnación, pero a Carvalho no lo mejoró Carlos Zanon.
Veinte años después de su lejana despedida en Bangkok, ha aparecido la novela primeriza de Manuel Vázquez Montalbán, escritor multifacético que iluminó la vida cotidiana de muchos españoles durante la dictadura franquista, la Transición e incluso del felipismo y la aznaridad.
MVM había escondido un texto repleto de tachaduras y correcciones que parecía no solo inacabado sino voluntariamente incompleto. El editor que lo rescató de la oscuridad de los archivos asegura que el trabajo, no obstante, estaba concluido, listo para entregarlo a la imprenta. Solo ese detalle, la publicación, escapa al deseo expreso del autor. Y así, gracias a ese aspecto contradictorio, los iluminados por MVM podemos bucear en las profundidades de quien acabaría convirtiéndose en una referencia de la reflexión pública, del periodismo y de la literatura española durante un periodo fundamental de nuestras vidas.
Sin él me habrían faltado el contexto imprescindible para interiorizar el significado y el valor de un oficio que ha ocupado mi vida. Con él encontré motivos para buscar el compromiso y la ironía, la complejidad y la sencillez, el humor y el deber, la coherencia polifacética de un intelectual empeñado en la divulgación y los valores elementales: la solidaridad y la libertad.
Al cabo de veinte años de su muerte, se presenta Los papeles de Admunsen (Nazona, 2023) su novela primeriza y primigenia, escondida o, al menos, oculta. Más allá de la fidelidad a lo que MVM quiso hacer y legar, me enfrento a ella deseoso de bucear en todo lo que vino después y en todo lo que aprendí de sus textos e incluso de alguna conversación personal con el escritor y periodista, entre otros tantos oficios, que ha marcado mi vida.