Me llama un amigo de Bilbao que para mí, como su propio nombre indica, simboliza, aun por encima del Athletic, el paradigma de esa gran ciudad e incluso de lo vasco. Me pregunta si he leído lo que dicen los medios digitales que se denominan confidenciales sobre lo que ocurre en su país. Le confieso que no frecuento esa bazofia. Me advierte de que no puedo ignorarlos, porque la profesión periodística se ilumina con sus opiniones e incluso con sus falsedades. Le reitero que no pienso corregirme. Mi amigo, decepcionado, cierra la conversación y yo, arrepentido por su disgusto, abro un par de esas páginas que detesto.
En la primera leo que el Teatro Nacional de Cataluña ha programado una obra de Josep María Miró, titulada Gang Bang, que se desarrolla en una sauna gay en las fechas en que el papa Benedicto XVI visita Barcelona. En la segunda tomo la decisión de llamar a Patxi.
– ¿Qué quieres ahora?
– He visto un par de confidenciales. En el primero sólo he leído un titular, “Dinero público para blasfemar”, y el segundo otro que asegura que “Las cofradías de Semana Santa piden al rey que aplace el Real Madrid–Barcelona de Copa porque coincide con las procesiones”.
Patxi responde de inmediato.
– ¡Ahí va la hostia!
