
Unos documentos robados ponen en jaque al gobierno del país más poderoso de la tierra, un funcionario despechado aunque no exento de dignidad amenaza la seguridad internacional, la competencia entre dos medios de comunicación levanta un monumento al derecho a la información, las amenazas del Estado transforman a un periódico de provincias en la referencia informativa del mundo occidental, un avezado director consciente de sus obligaciones profesionales duda en el momento decisivo entre su misión y su empresa, una mujer dubitativa y advenediza al mundo empresarial y al de la comunicación toma la decisión más lúcida de la historia del periodismo.
El debate entre el negocio y la ética, la ambición y la guerra, el derecho de los ciudadanos a la verdad y la política de la mentira, los trucos del oficio periodístico y los instrumentos coercitivos del Estado, un contexto real de guerra fría y conflictos calientes en los que solo los muertos puede ser inocentes. Todo eso son Los papeles del Pentágono (The Post).
Steven Spielberg narra con una agilidad trepidante, que parece aséptica, quirúrgica, unos hechos de extraordinaria relevancia de la historia del siglo XX y del periodismo en general. Unos hechos que acabaron con el mandato del presidente Nixon e incluso con una guerra extraordinariamente desigual en la que todos sabían que lo único cierto eran las víctimas de las bombas y de los silencios impuestos en aras de la ambición política y el poder.
Meryl Streep ofrece una interpretación formidable, a la altura de su genio; ella encabeza un reparto que construye personajes con la ambivalencia de lo real. A través de ellos se ofrece, por encima de todo, una narración veraz. No obstante, al concluir el relato se advierte el tufo que desprende un tufillo presuntuoso: la satisfacción de quien se siente superior por la supuesta dignidad moral, que flota sobre el fango de la barbarie, de la ambición política y la ausencia de escrúpulos.
La película puede servir de estímulo a los aspirantes a periodistas y, por ello, conviene rebajar sus ilusiones con una advertencia previa: aquí se expone una reflexión sobre el periodismo, pero, aunque fiel a la historia en muchos aspectos, es un periodismo de cine. La realidad de cada día puede ser igual de sórdida pero casi nunca moralmente gratificante. Los héroes lo son en momentos excepcionales y los poderes suelen ganar las batallas cotidianas. En estos tiempos, para colmo, los grandes medios que alentaron alguna esperanza ya han claudicado. El debate que plantean Los papeles del Pentágono hoy estaría centrado en meros intereses; la ética apenas serviría para disimular las verdaderas estrategias.
