
En los últimos años hemos asistido a un intenso acercamiento entre periodismo y literatura. Muchos periodistas hacen con frecuencia piruetas o pinitos en la otra acera e incluso recabaron su reconocimiento como escritores o literatos. Pero eso no basta, porque en la genética de los desheredados se cuelan a veces aspiraciones de grandeza que transforman la dignidad del origen en la ridiculez de sus pretensiones. El acercamiento no viene de la banalidad o el engreimiento, sino de quienes, habiendo merecido el reconocimiento de su capacidad poética o narrativa, acudieron a la realidad para reinventar o reinterpretar la experiencia concreta como símbolo desde el que ahondar en la existencia personal o colectiva.
Peter Handke, entrevistado por Cecilia Dreymüller en El País, reivindica la ficción como el instrumento más adecuado para esa reflexión sobre lo real. Dice: “Siempre he pensado que la vida está para ser transformada a través de la escritura en ficción. Como dijo Hermann Hesse una vez: “Hace tiempo que echo de menos el peligro de la ficción”. Toda esa escritura de reportaje que pretende reproducir en escala de uno por uno la realidad es falsa: no existe la reproducción uno por uno. La invención, la ficción son la verdad. Por eso la literatura es más espontánea, me refiero a la literatura que se expone al riesgo de lo espontáneo, de la ficción, de la imaginación. Pero de la imaginación exacta, tal como la entendía Ludwig Hohl: “La imaginación no es una fantasía cualquiera, es el calentamiento de aquello que existe”. Hoy, la literatura está en peligro de volverse periodística, de resultar indistinguible del periodismo. Cuando lo precioso de la literatura es la ficción, la transformación, el relato sin receta previa. En el periodismo todo es receta, todo son moldes y pautas que se pueden aprender. La literatura no se puede aprender. Como mucho, se puede aprender lo que no hay que hacer”.
Tal vez se trate de una doble manera de mirar los hechos y de la necesidad de interpretarlos y transformarlos. La diferencia quizás estribe en la profundidad de la mirada y en la articulación del relato.
