Perú sabe: 3. Mónica Huerta

Mónica no tuvo papá, pero fue una niña muy engreída (mimada) y también muy celosa de la picantería que regentaba su mamá, porque la atención que prestaba a su restaurante arequipeño  privaba a la pequeña de la compañía de la persona a la que más quería. Mónica nunca quiso ser picantera. Nunca quiso ayudar a su mamá en la picantería.

Al cabo de los años Mónica se casó, montó con su marido un pequeño negocio de productos químicos, tuvo dos hijos varones y pensó que su futuro estaba, como el de su hermana, que ya vivía en Estados Unidos, lejos de Arequipa y lejos de Perú. Pero la mamá enfermó gravemente, un cáncer, y Mónica aparcó todas sus expectativas para cuidarla durante aquel tiempo.

Hace ocho años, cuando el final se hizo inevitable, cuando la picantería La Palomino ya había perdido, sin la dirección de su regente, el impulso y la actividad de años anteriores, la madre reclamó la presencia de un notario. Antes de legar sus propiedades a sus hijas, interrumpió su dictado y se dirigió a Mónica, la menor: “Prométeme que en seis años no lo vas a cerrar”. Dos meses después murió.

Mónica lloró la muerte de su madre, empleó sus últimos ahorros en el entierro y se dispuso a afrontar su sueño norteamericano. Sin embargo, un día de aquellos, de tristeza y penuria, encontró en un cajón unos documentos que le cambiaron la vida. En uno de ellos, de 1899, una tía compraba los terrenos de La Palomino. En otro, de 1930 y algo, la misma tía dejaba a la abuela el local ya construido. Y en un tercero,de 1949, la abuela legaba a sus dos hijas menores el mismo restaurante.

Había algo más. En el testamento de la abuela, igual que en el de su madre, se incluía una solicitud: que en los seis años siguientes las herederas mantuvieran La Palomino.

A Mónica le cambio la vida: se sintió parte de un legado, obligada a un compromiso con su identidad y su memoria. Abandonó otros propósitos y recorrió las casas de sus tías para recabar todas las recetas de la mamá ante la sorpresa y la desconfianza de sus familiares. La niña que nunca quiso ser cocinera se convirtió en unos pocos años en la picantera más conocida de Arequipa.

Cuando Mónica se hizo cargo del negocio ya sólo trabajaban en el restaurante una sola cocinera y un único mozo. Atendían media docena de mesas. Hoy tienen 90 mesas, 70 empleados. Y sobre todo, han rescatado el recetario más tradicional y popular. Lo ha hecho, ella, Mónica, la niña que tuvo celos de la picantería.

El hijo pequeño de Mónica, Fabricio, estudia cocina en la escuela Sthendal de Arequipa.

 

La historia de Mónica Huerta forma parte del documental Perú sabe: la cocina, arma social, que, producido por Media Networks Latin America y Tensacalma, protagonizado por Ferran Adrià y Gastón Acurio, con guión y dirección de Jesús M. Santos, se estrenará en Lima el próximo 8 de junio.

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