Política en tres tiempos

Pasado imperfecto

Recupero la intervención de AFN dirigida a las instituciones europeas a través de los parlamentarios “populares” citados en Barcelona. A medida que avanza el discurso, de la sorpresa paso al rubor y de él a la mala leche. ANF pide a sus socios que actúen contra el Gobierno español, porque, más allá del respaldo popular que le ha otorgado el Parlamento –consecuencia del apoyo ciudadano que le concedieron las urnas– lo asocia con lo que representan Hungría y Polonia. Y concluye que no es una cuestión interna de España; al contrario: de la misma manera que el Muro de Berlín no fue solo un asunto alemán.

Concluyo: mis dudas sobre la amnistía son ridículas frente a las certezas que el PP esgrime y traslada. Es tal el disparate que ANF ha forzado a muchas personas razonables a asumir lo inconveniente, porque la alternativa que él representa es aún peor: repugna.

 

Presente continuo

Lo importante no es ganar, sino convencer. Lo importante no es demoler, sino construir. Cada vez que renuncia a explicar lo que su Gobierno representa –o debe representar–, Pedro Sánchez y su partido pierden el tiempo y, por supuesto, la oportunidad de atraer a los que dudaban.

Y así ocurre desde hace demasiado tiempo; en particular, desde el debate de investidura que, en realidad, no existió. PP y PSOE renunciaron a valorar el programa de gobierno que se proponía. Pedro Sánchez dedicó su turno a descalificar al PP y a la ultraderecha por separado y por junto. Abascal dinamitó la investidura y sigue empeñado en estallar la convivencia.

Nadie hace más que Vox por el PSOE. No solo representa al Mal, sino que también constata que, sin él, no hay nada.

 

Futuro irreal

Cada día que pasa se antoja más inevitable un ajuste de cuentas. Ante el chantaje permanente de Junts, ¿cuándo llegará la hora de dar un portazo? ¿Cuando asumamos, tal vez, que con Junts no cabe el mal que por bien no venga, porque Junts solo es mal.

Después de lo vivido en los últimos meses, tal vez no convenga actuar ahora con prisas. Pero no hay que descartar que llegará el día en que encalle en el Parlamento la ley de amnistía. En ese momento, tal vez sea posible una cierta reconciliación del PSOE con su electorado.

Aunque se haya defendido de manera instrumental, la amnistía no es una reivindicación de la izquierda, sino del nacionalismo. Pero, si el nacionalismo no asume el coste de la amnistía, ¿para qué la renuncia de la izquierda a ciertos valores genuinos de su propia identidad?

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