Preguntar, dudar, cuando ser racional es ver

Han pasado trece años desde que Gonçalo M. Tavares publicó en portugués Mateo perdió el empleo. Todo ese tiempo ha tardado en aparecer la traducción española, de Rosa Martínez–Alfaro, de la mano de Seix Barral /2013). Cualquier justificación de esta demora deviene en injustificable, porque desde su serie El Barrio la voz literaria de Gonçalo M. Tavares se hizo imprescindible en la narrativa lusa, en la ibérica, en la europea y más allá. El máximo referente contemporáneo de las letras portuguesas, José Saramago, lo entronizó en el panorama literario universal y muchos lectores nos dejamos seducir por un creador de sorprendente generador de situaciones y tipos tan sugerentes como imposibles. Un autor y una obra profundamente originales. Aparentemente tan sencillos como subyugantes.

Mateo perdió el empleo nos ofrece una sucesión de personajes con nombres judíos en estricto orden alfabético. Cada protagonista introduce al que le sucede hasta acabar en Mateo, el que aglutina las experiencias de sus predecesores para concluir que el orden está en el alfabeto, la razón de todo; sin alfabeto no hay palabra ni pensamiento.

De origen Luandés, Gonçalo M. Tavares se afincó en Aveiro y ahora ejerce como Profesor de Teoría de la Ciencia en la Universidad de Lisboa. Desde esas circunstancias, y en buena medida desde su interés científico, Tavares crea un mundo y un sistema de conocimiento y de valores (o contravalores). Nada es homologable a los códigos establecidos y, en consecuencia, nada es verosímil. No importa lo que aparece sino las preguntas que suscita. Todo ello se explicita en al apartado final, cuando el autor propone una especie de guía de lectura o, tal vez, una especie de metanovela que invita a interiorizar los principios que rigen en el universo Tavares.

Aquí dejo algunos de ellos:

  • Una idea que se mantiene más de cinco minutos ya es una idea fija. Excepto en la ciencia.
  • No estamos preparados para saberlo todo desde el principio, por eso seguimos y hacemos preguntas.
  • La interrogación es esencial. Imponer afirmaciones que determinen preguntas. Yo no digo, pregunto, afirma alguien.
  • Dudar siempre ha sido un proyecto de vida para algunos. Ser capaz de seguir dudando hasta el final es lo difícil.
  • Basta con añadir el no, donde antes estaba el sí, para dar inicio al infierno, al desasosiego.
  • Pensar es esto: saber dibujar. La geometría ya se sabe que es cosa antigua: lo que separa, lo que une.
  • En el siglo XXI: ser racional es ver.
  • El dinero como otra manera de ver. No veo, pero tengo dinero; o sea, es mi forma de ser racional: compro.
  • El laberinto también es esto: una infinidad de sin salidas. No se va a ningún sitio por muchos sitios, o: hay muchos caminos para no ir a ninguna parte. (…) El laberinto fundamenta esa cosa extraña que es la fe en un único camino. (…) Un laberinto tiene la forma espacial de una religión.
  • A los tics del mundo los podríamos llamar hábitos o convenciones.
  • Conocer es esto: cartografiar el desorden.

Leer a Tavares obliga a interrogarse. Y a dudar de lo que se ve.

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