En la antesala del estreno en abierto de Las huellas de elBulli, el documental que, producido por Movistar, narra la experiencia del mayor mito de la cocina contemporánea, se cumplen exactamente diez años de otro trabajo audiovisual protagonizado por Ferran Adrià.
Si la nueva aproximación al trabajo del cocinero que revolucionó la gastronomía entra de lleno en su legado, el otro documental, el rodado ahora hace diez años, abordaba otro aspecto menos conocido de su empeño: los efectos sociales a muy diversas escalas del trabajo de los cocineros, incluidos aquellos a los que no pocos desprecian, porque se sitúan –eso arguyen– al margen de la función primigenia de la elaboración de los productos que luego comemos, la alimentación.
Hace ahora diez años un equipo de cerca de veinte personas estaba a punto de finalizar el rodaje de Perú sabe: la cocina, arma social. Llevábamos más de un mes de grabación por muy diferentes áreas de Perú. Los días anteriores se habían centrado en Lima, en Mixtura, la gran feria entonces de la gastronomía latinoamericana, y en la reunión anual de los grandes patronos del Basque Culinary Center, entre los que se encontraban el mencionado Ferran Adrià y algunos de los que le sucederían en el número uno del ranking cocineril (René Redzepi, Massimo Botura, Alex Atala) y otros fuera de cualquier discusión (Michel Brass, Dan Barber…).
El rodaje concluyó con los principales protagonistas del documental en los dos lugares más significativos de Perú, la selva y Machu Pichu. En esas andaba el equipo ahora hace diez años.
Hasta el mes de junio de 2012, fecha de la presentación del documental, quedaba un trabajo duro y complejo; también tensiones que se pudieron resolver por el empeño de Ferran, de Gaston y de algunos más. Habrá que volver sobre ello, tal vez para comprender la satisfacción que generó el resultado final.