Recuerdos de un tipo poco sobrio

Miguel Ángel Rodríguez se forjó como periodista en El Norte de Castilla un periódico liberal (en el sentido entonces vigente del término y en la medida de lo que en aquella época era posible), del que fue director Miguel Delibes.  El que más tarde llegaría a denominarse MAR cubrió desde sus páginas la campaña electoral que aupó a José María Aznar a la presidencia de la Junta de Castilla y León. Y así, convicto de aznarismo, cambió de bando: de periodista pretendidamente independiente se transformó en cancerbero de las ambiciones aznaristas y como premio a sus trabajos y desvelos acompañó a su líder rumbo a la Moncloa con el ánimo dispuesto a perfeccionar sus dotes de guardián de las ambiciones mutuas.

Lo que vino después es bien sabido. ¿Qué periodista decente no recibió en aquellos años un reproche intempestivo o una advertencia amenazadora? Quedan algunos detalles dignos de recuerdo. Con las maletas listas para el viaje de Valladolid a Madrid, quiso hacer un último servicio al nuevo ejecutivo popular en Castilla y León: un relato destinado a sus sucesores valorando con todo tipo de adjetivos, elogiosos o descalificantes, a los periodistas afincados y ejercientes en la Comunidad. Un auténtico oprobio, delator de los modos y maneras de este campeón de la desvergüenza.

Su presencia y su influencia en el Gobierno actual de la Comunidad de Madrid lo ratifican. A este adalid del vituperio y la manipulación solo le atenúa la circunstancia de que no siempre conduce sobrio.

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