Reflexiones entre olas de calor

Las reflexiones sobre el poder, la democracia o la representación política … se han convertido ya en meras antiguallas, en esfuerzos inútiles que, una vez más, conducen a la melancolía. El marco en el que tuvieron sentido se ha transformado de manera tan radical que aquellas referencias que sustentaban el debate público carecen de vigor y de vigencia. No sirven, no explican y, sobre todo, resultan inútiles e impotentes para el control y el ejercicio de la gestión pública. Apenas entretienen a los viejos diletantes, pero solo sirven a los nuevos brujos.

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España y Cataluña parecen abocadas a vivir bajo la amenaza permanente de elecciones anticipadas que podrían a su vez a abocar a una situación tan endogámica como la actual. El panorama general de tintes borrascosos se ha ido tornando en huracanado y ante ese magma de tempestades el ciudadano siente la tentación de sucumbir a la asfixia. La sociedad, perdida y desarmada, alienta el estrépito que anticipa su propio fracaso. Los máximos órganos de representación –es decir, los poderes tradicionales: legislativo, ejecutivo y judicial– se han convertido en un avispero mortífero para quienes lo enfrentan a cara descubierta.

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El gobierno de Illa parece más próximo a una derecha razonable que a una izquierda clásica e incluso moderada. Tal vez porque en estos momentos la situación en Cataluña, y en España, reclama, en primer término, y por encima de cualquier otro objetivo, raciocinio, diálogo y voluntad de cooperación. Los mínimos se han convertido en máximos. Tal vez, a costa, sobre todo, de los mismos de siempre. La tensión -también la tensión– les da réditos.

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