Reflexiones sobre un lugar de símbolos

Javier Rodríguez Marcos inicia un artículo veraniego, Querer olvidar, con unos párrafos cargados de sugerencias: “Existe un nacionalismo al revés que consiste no en enorgullecerse de las grandezas de nuestros antepasados, sino en avergonzarse de sus miserias. Lo primero produce complejo de superioridad y es capaz de traducir en privilegios fiscales una leyenda medieval. Lo segundo, mucho menos romántico, abre los libros de historia con el día en que llegó a las casas el agua corriente”.

No habla de Cataluña o de España –ni se mencionan–, sino de Puerto Hurraco y, al final, de Las Hurdes, que es precisamente la comarca en la que nació el autor del comentario. La reflexión sobre la realidad de ese territorio merece tanta atención como el comienzo del texto: “Como cómplices de su propia pobreza, y no como víctimas, se comportaron durante años los habitantes de Las Hurdes cada vez que un turista preguntaba en un pueblo por los escenarios de Tierra sin pan, el documental que Luis Buñuel rodó allí en 1933. El Gobierno republicano prohibió la película; los hurdanos se la prohibieron a sí mismos. Preferían recordar la visita de Alfonso XIII. Viva mi dueño. Las Hurdes de Buñuel ya no existen. El paisaje sigue siendo maravilloso en Extremadura, pero eso no es mérito de sus habitantes. Tampoco eran culpa suya la enfermedad y el hambre que quieren olvidar”.

Viene esta reflexión al pelo de un documental, aún no estrenado, sobre Las Hurdes. Javier Rodríguez Marcos, que es periodista y poeta, ha dicho alguna vez que desea escribir sobre su tierra. Y ojalá lo haga, porque reúne el conocimiento detallado de un oriundo, miembro de una amplia y arraigada familia hurdana, y la amplitud de miras de quien reflexiona desde las raíces de la realidad y de la tierra con la profundidad de sus amplias referencias culturales ajenas a cualquier impostura.

Cuando llegue el momento de presentar el documental tal vez sea oportuno reclamar la participación de Javier para contrastar el relato de sus imágenes con el que aún deberá depararnos el autor extremeño. De hecho, entre la documentación que barajamos al trabajar sobre los contenidos y el guión cinematográfico, siempre aparecía un artículo titulado, La comarca en forma de abanico, inicialmente pubicado en El País en Octubre de 2008 (y republicado, seis meses después en Clubcultura.com, como Las Hurdes después del blanco y negro. Lo firmaba Julián Rodríguez, otro personaje imprescindible en esos entornos y hermano de Javier, al que aludía en su primera frase: “Mi único hermano nació en Las Hurdes“. El no, lo hizo en Ceclavín, el pueblo de mi madre.

Las circunstancias distraen del relato. Merece la pena guardar los párrafos citados como anticipo de algo que llegará. Aunque sea después de un documental que también habla de esos asuntos.

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