Xavier Vidal-Folch lleva un tiempo empeñado en sacarnos de la boca la rueda del molino con la que algunos se empeñan en que comulguemos. El tirón que hoy le propina a la muela que nos atraganta (entiéndase muela en la primera acepción que reconoce la RAE) es más propio de un haltera que de un odontólogo: por las proporciones de la susodicha muela y por la insistencia con la que tratan de incrustárnosla en las fauces.
Léase, pues, Ojalá fuese la herencia en el El País de hoy. Porque las ruedas de moler no molan, si son para comulgar.