Sin necesidad de internet

«The lunchbox». Ritesh Batra, 2013

Hay que ser muy tonto –o pensar que se dirige uno sólo a tontos– para mantener aquí el título internacional en inglés de una película rodada en la India y llamada «Dabba», que se puede traducir sencillamente, como se comprueba una y otra vez en la versión doblada, por «La fiambrera». Por lo visto, queda más elegante y atractivo el título inglés. Pues ni así, porque está pasando por las salas sin llamar demasiado la atención esta obra primeriza pero sugestiva, interesante, plena de detalles de una sutileza exquisita y nada pretenciosa, que ha recorrido diversos festivales con buena acogida.

La historia es sencilla y su originalidad radica sobre todo en el contexto en que se sitúa. Saajan Fernandes, un oficinista de Bombay, huraño y poco comunicativo, encargado de tramitar las reclamaciones en un organismo oficial, viudo y dispuesto a prejubilarse pronto, recibe un día por error una bolsa de comida de esas que las esposas preparan a sus maridos para que la consuman sin interrumpir apenas su trabajo, en vez de la que él ha encargado rutinariamente a un restaurante cercano. La envía Ila, una mujer joven, con una hija pequeña y un marido también hosco, sólo preocupado por sus cosas, que la ignora y después sabremos que la engaña.

El sistema de entrega de las viandas caseras en aquella enorme ciudad es conocido y admirado por su complejidad y precisión, ya que apenas se producen errores. Por eso el espectador debe aceptar el pie forzado de que la equivocación se repita siempre con el destinatario y nunca con la remitente, por ejemplo. Pero a partir de ahí comienza una relación cada vez más intensa, a base de papelitos ocultos en alguno de los compartimentos de la fiambrera, y en la que los desconocidos corresponsales van confiándose sus secretos y sentimientos más íntimos, hasta llegar a una propuesta de contacto directo.

Como dice un personaje secundario –el previsible sustituto del protagonista cuando se jubile, que se muestra servil, inoportuno, insistente, pero en el fondo es buen tipo–, la gente suele mantener hoy esos contactos por correo electrónico. Pero, y ahí radica una de las claves de Dabba, en la enorme oficina en la que trabaja Saajan no hay ni un ordenador, y todas las mesas y armarios aparecen atestados de legajos de papel, pese a que varias de las personas que abarrotan los trenes y las calles tienen modernos teléfonos móviles y otros artilugios.

Es preciso situar la relación entre Ila y Saajan en las circunstancias concretas de su país para extraer todo su jugo a esta historia de soledades, frustraciones apenas compartidas, deseos escondidos e incomunicación absoluta, que si hubiera venido firmada por el Michelangelo Antonioni de sus mejores tiempos, por poner un caso, habría recibido todos los premios del mundo y las mayores alabanzas de la crítica internacional. Una mirada, un gesto mínimo, la atención prestada a las manos que elaboran o consumen la comida y acarician los objetos, el hecho de que Ila –cautivadora Nimrat Kaur– siga siempre las instrucciones verbales de una tía suya, que nunca aparece en pantalla, sino que se comunica con ella a voces por el patio interior, o el de que Saajan –sobrio y eficaz Irrfan Khan– quiera conocer a su corresponsal ante todo para saber si en su prematura vejez tiene algo que ofrecerle, son matices que llenan la película de una densidad a la vez honda y suave, provocadora de curiosas sensaciones en el espectador. Y que sólo flaquea ligeramente al final, cuando el relato se alarga innecesariamente en busca de un desenlace que ya había quedado apuntado al primer intento con la mayor brillantez.

Dabba es el primer largometraje de Ritesh Batra, nacido en Bombay en 1979, formado cinematográficamente en Estados Unidos, pero que en vez de empeñarse como tantos otros en hacerse un hueco en la llamada meca del cine, a costa de mimetizar su estilo con los allí imperantes, tuvo el valor de volver a su ciudad natal para rodar una película hondamente enraizada en la misma. Y en un país que sigue siendo el primer productor de cine del mundo, en términos cuantitativos, donde, junto a esa pesadilla llamada ‘Bollywood’, incomprensible golosina para tantos críticos metamodernos, surgen de cuando en cuando pequeñas maravillas como ésta. Que proporciona también un motivo oportuno para homenajear al profesor Alberto Elena, gran conocedor y defensor de las cinematografías llamadas periféricas, entre ellas la de la India, y que ha fallecido reciente y prematuramente.

 

 

 

FICHA TÉCNICA

Título original: «Dabba». Dirección y Guion: Ritesh Batra. Fotografía: Michael Simmonds, en color. Montaje: John F. Lyons. Música: Max Richter. Intérpretes: Irrfan Khan (Saajan Fernandes), Nimrat Kaur (Ila), Nawazzudin Siddiqui (Shalk), Lillete Dubey (madre de Ila), Nakul Vaid (Rajeev), Barathi Achrekar (tía), yashvi Puneet (Yashvi), Shruti Bapna (Mehrunnisa). Producción: Sikhya Entertainment, y DAR Motion Picture (India, 2013). Duración: 104 minutos.

 

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