
Redacta su programa electoral, no se presenta a las elecciones, aspira a ser primer ministro. Tres en uno.
Le apoyan, al menos, tres partidos que presentan listas en las que no incluyen al que quieren que sea su primer ministro.
El programa del no candidato habla de reformas económicas y de algunas otras en materia social y política. Entre estas últimas no alude al escamoteo de las listas electorales o de la voluntad popular. Se da por añadidura.
Tiene explicación: en un país donde un falsario ha sido, y puede volver a ser, primer ministro gracias a la reiterada voluntad popular, por qué no sumarse a la senda de los trileros.
A fin de cuentas, dirán, se respetan la democracia y su proceso: se celebran elecciones, sin saber para qué.
En otra península próxima, por razones diferentes, pasa lo mismo.
Hay más casos. Que no decaiga la autoestima.
