Estamos a bordo de un tren de alta velocidad. El azafato empuja el carrito con bebidas y eleva la voz sobre el ruido del convoy para anunciar educadamente su mercancía.
– Buenos días. ¿Desean algo para tomar o consumir?
Durante el resto del viaje trato de comprender esa doble categoría –la diferencia entre tomables y consumibles– en un tren a toda pastilla. No acierto a resolver el dilema a la divergencia. El carrito también viaja deprisa y desaparece al fondo del pasillo. Desisto. No estoy para carreras.
Permanezco en mi asiento. El conductor del convoy me sobresalta: “Las turbulencias que registra el tren son consecuencia del fuerte viento que choca contra él, aunque sin afectar a la seguridad del viaje”.
¿Estos trenes van rápidos o deprisa?