
El señor X acude al centro médico de su barrio autorizado para la renovación del carné de conducir. Ha solicitado cita previa, pero las cuestiones informáticas propias de un lunes impiden cumplir el compromiso horario.
Aún es temprano y hace frío en la sala de espera tras un fin de semana ayuno de calefacción.
Las eventualidades informáticas se resuelven en unos 30 minutos.
Comienza el trámite.
Presentación del documento aún en vigor.
– Usted ya renovado el carné en ocasiones anteriores.
– Efectivamente.
– ¿Usa gafas?
– Ya ve usted que sí.
– Se ha graduado recientemente la vista.
– Apenas hace un mes.
– ¿Qué letras ve en la última fila?
– No lo veo muy bien.
– ¿Usa lentes progresivas?
– Sí… Me gradué la vista, pero aún no he cambiado los cristales.
– ¿Usa audífonos?
– Ya ve usted que sí.
Toma nota.
– Póngase en la silla de al lado para hacerle la foto.
El señor X obedece.
– Como usted renovó el documento la última vez con nosotros… voy a ver si sacó buena nota y no haría falta que hiciera la prueba.
– …
–Pues sí, lo hizo bien.
– Reconozco que la maquinita me pone nervioso…
– Por eso se lo digo.
Se quedan tan tranquilos. Ella y el señor X.
– Le envío por correo electrónico el documento provisional. El definitivo se lo enviará la DGT en el plazo de seis meses…
– No van muy rápidos…
– Son 55 euros. ¿En efectivo o con tarjeta?
El señor K. abona la cuenta. Se despide:
– Pues que vaya bien.
– Hasta la próxima, responde la expendedora de la prórroga, mientras él toma la puerta de salida. Escucha:
– Que pase el siguiente.
El señor K. se revuelve en la cama. Acaba de despertar. El día anterior había previsto acudir al centro médico de su barrio autorizado para la renovación del carné de conducir. Pero ahora mismo no sabe qué hacer.
