Un deporte subversivo

Tienen razón cuantos reclaman una educación en valores dentro de la familia, en la escuela o en cualquier otro ámbito. Ese empeño debería requerir la desarticulación de planteamientos y actividades que muchas veces se ponen como ejemplo de aquel objetivo formador. Por ejemplo, se debería exigir un replanteamiento de la práctica del deporte.

Pocas actividades tienen una amplificación mayor en la sociedad actual. Una relevancia simbólica y cultural tan determinante. Basta ver las actitudes de las masas en los estadios o el comportamiento de niños y familiares en una cancha escolar para describir el extravío.

Además, los efectos del deporte –o de la interiorización mayoritariamente asumida de lo que es deporte– se expanden a la educación, la comunicación e incluso a la política…

El deporte es el paradigma de la competición. Y la competición se ha convertido en un elemento vertebral de sociedad. Vivir es competir. A partir de ahí el deporte se transforma en un marco de referencia, con valor simbólico y cultural, a través del que se transmiten valores fundamentales e incluso la ideología que subyace en multitud de aspectos de la vida pública, que se extiende a las relaciones sociales y, en particular, a la actividad política.

Basta escuchar un programa deportivo para advertir la estupidez de algunos criterios que se asumen como axiomas, el desprecio de los principios elementales del rigor informativo, la magnificación de los aspectos más pasionales… Y basta observar múltiples detalles relacionados con la convivencia para reconocer el influjo de aquellos modelos. Aún más. Esos valores, esos principios, esa manera de informar se ha trasladado de manera creciente a los modos y contenidos de la actividad y la comunicación política. ¿Cuál es la diferencia entre los programas de análisis de las cuestiones sociales o políticas más relevantes y el debate en los medios tras un partido de fútbol? Primacía de los aspectos emocionales, periodistas de partido, disputas en lugar de reflexión, principios irrefutables sin justificación…

No se trata de algo baladí. La importancia del deporte en la sociedad actual está lejos del debate. Por eso, cuando un árbitro de fútbol infantil se reúne antes de empezar el partido con los chavales, primero, y son sus padres, después, para invitarles a divertirse, a respetar a todos los que participan en el juego, a reconocer la inevitabilidad del error, a ayudarse mutuamente… se tiene la impresión de estar viviendo una experiencia subversiva.

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