
Le gusta votar el último.
Llega al colegio electoral cinco minutos antes del cierre de las urnas y deja pasar a quienes aún acuden más tarde; no hay prisa cuando se quiere ser el último en votar.
Piensa que con ese proceder la decisión final es suya.
Por eso, tras el voto, no vuelve a preocuparse de las elecciones o sus resultados. Tan solo de que dentro de cuatro años, o cuando toque, volverá a decidir.
¿Está equivocado o se trata tan solo de otra manera de ver la democracia?
Las hay más absurdas y ganan elecciones.
