Vente a Alemania, tronco

«Perdiendo el norte». Nacho G. Velilla, 2015 

La combinación entre el efecto Torrente y las peores series de la televisión basura está teniendo consecuencias letales para el cine fabricado en España, al amparo en su mayoría de las principales cadenas privadas. Buena prueba de ello, por si faltaran ejemplos en los últimos tiempos, es este filme realizado con la supuesta intención de hacer reír a un público fácil, pero cargado de reaccionarismo latente, apoyado en gracietas imposibles, exageraciones de todo tipo y nula construcción como relato digno de tal nombre. Es cierto, y de ahí su peligrosidad social, que tiene multitud de espectadores adeptos, como lo demuestran los datos de taquilla, exhibidos sin pudor por las empresas productoras como prueba irrefutable de calidad y empleados en forma de coartada vergonzante por un gobierno que ha demostrado sobradamente su hostilidad hacia el cine y otras manifestaciones culturales.

En esta ocasión, cuatro guionistas y entre ellos un director que no se ha distinguido hasta ahora precisamente por su nivel, han urdido una trama facilona que recuerda a aquel bodrio tardofranquista titulado Vente a Alemania, Pepe (1971), del simpar Pedro Lazaga, lleno de bromas de pésimo gusto sobre la necesidad que tuvieron muchos españoles de emigrar sin defensas de ningún tipo, para poder sobrevivir, al tiempo que engordaban las arcas del desarrollismo y, con ello, los bolsillos de los jerarcas del régimen.

Es verdad que ahora Nacho G. Velilla y sus coguionistas contraponen la preparación profesional de sus protagonistas a la forzada indigencia de aquellos emigrantes –aquí representados por el mismo José Sacristán que interpretaba el papel de Angelino y ahora se llama Andrés–, pero el resultado no varía demasiado. La cosa va de dos tontos muy tontos que, a pesar de sus títulos universitarios y sus másteres de alta especialización, se creen lo que cuenta en un programa de televisión un tipo que presume de haber encontrado en Alemania el paraíso terrenal, y que después sabremos que trabaja como basurero…

Allá se van los dos tontos, convencidos de que en aquel país se atan los perros con longanizas y sin sospechar que van a sufrir las mayores humillaciones y, encima, tendrán que disimular para que los familiares y amigos que han quedado en España no conozcan su fracaso, que los lleva a limpiar planchas en un kebab y otros oficios similares, mientras entablan relaciones tópicas con un colega siempre fumado, una chica española desengañada de sus contactos con los hombres, otra casada con un turco estéril y empeñada en tener descendencia, así como con el ya citado Andrés, memoria viva de la emigración anterior, que para mayor escarnio empieza a padecer Alzheimer.

Para hacer un película crítica con la situación que padecemos actualmente en España no basta con deslizar unas cuantas alusiones a los recortes, el paro o la corrupción, ni incluir con calzador una cita del mismísimo Carlos Marx. Hay que construir situaciones que, aunque sean cómicas, no ofendan la inteligencia de un espectador que debería estar harto de gesticulaciones exageradas, gritos desaforados y diálogos pretendidamente ingeniosos cuyos dobles sentidos son absolutamente previsibles y además resultan ofensivos para determinados colectivos. Y después de construirlas, no repetirlas una y otra vez, como ocurre aquí con numerosos chistes baratos, heredados del vodevil de baja estofa –el viejo truco de unas personas que hablan mal de otra… que los está escuchando sin que ellos lo sepan, por ejemplo– y adobados con la inevitable presencia de cameos torrenteros, en este caso los temibles Arturo Valls y Alberto Chicote, entre otros.

Mención aparte merece la disparatada campaña publicitaria montada por el grupo Atresmedia, incluyendo subrepticiamente espacios de promoción en sus programas más respetables y mancillando la trayectoria de un actor tan destacado como José Sacristán al llevarlo a uno de esos programas para que ponga su prestigio al servicio de esta película indefendible. Menos mal que él, cumplida la misión que le habían encomendado, aprovechó para salirse del guion y soltar unas cuantas verdades, esas sí, sobre la situación de la cultura y la política en la España actual.

 

 

 

FICHA TÉCNICA

Dirección: Nacho G. Velilla. Guion: Oriol Capel, David S. Olivas, Antonio Sánchez y Nacho G. Velilla. Fotografía: Isaac Vila, en color. Montaje: Ángel Hernández Zoido. Música: Juanjo Javierre. Intérpretes: Yon González (Hugo), Julián López (Braulio), Blanca Suárez (Carla), Malena Alterio (Marisol), Úrsula Corberó (Nadia), Javier Cámara (Próspero), Carmen Machi (Benigna), José Sacristán (Andrés). Producción: Producciones Aparte, Atresmedia Cine y Telefónica Studios (España, 2015). Duración: 90 minutos.

 

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